Se vuelve azul, celeste para tomar un tono gris perla, pasar a blanco y volverse transparente. La piel. La mía. La que tirita bajo la ropa cuando el aliento respira como niebla y se cristaliza el lacrimal. Después la voz se vuelve remolino en la garganta que baja hasta el estómago y se desvanece en humo pálido, invisible a los ojos y a los hombres. Invisible como lo esencial, como el pánico y la ternura. Como la muerte.
Todos me ven pero no existo. Nadie se nombra mi nombre y se disfraza de mi cara para sonreír inventando motivos motivadores, motivos que devuelvan el calor al cuerpo, la voz a las palabras, el horizonte a la mirada.
Cuando me vuelvo transparente la gente cree que me mantengo, que respiro y vivo, pero inconscientes no saben que no hay nada. Algunos días tampoco yo lo sé y me creo y creo que también ellos me creen. Pero sólo es espacio que separa, un abismo infinito de reflejos, de escombros de esperanza.
4 comentarios:
Estaba leyendo justamente sobre la filosofía advaita vedanta y como todo es sincrónico me llegó tu post a mi correo. Creo que describe perfectamente lo que es la vida: "un abismo infinito de reflejos, de escombros de esperanza". Me encantó este post.
Hola Lourdes, bienvenida a este espacio. No conocía la filosofía que nombras y parece interesante, extraña. Gracias por pasar.
asu hoy estuviste inspirada como poetiza.
Hay días...
Publicar un comentario