Mientras la red se inunda de mensajes profundos como una imperante necesidad de encontrar respuestas,
la mayoría sigue caminando por la vida
de puntillas centrando sus conversaciones en las rebajas y en las fatalidades de una crisis cada vez más parecida a una historia interminable.
No somos todos, pero muchos todavía son los que pasan, metafórica y literalmente. Pasan a máxima velocidad saltando de un lado a otro, inquietos, vestidos con un impermeable interno que les hace estar resguardados de todo. O eso se creen.
Sin embargo, algo late cada vez más fuerte, algo indefinido e intangible
que demanda con urgencia respuestas, caminos, luz. Lo digo porque lo veo en Facebook, cuando a cada rato mi pantalla se inunda de mensajes sobre felicidad, éxito, paz y valores auténticos. Los usuarios los lanzan, ellos los comparten y un bueno número de aquellos le damos a
"me gusta".
Mis últimas lecturas, mi experiencia con el silencio y la meditación, así como la realidad que a diario me asalta
terminan todos por llevarme al mismo lugar aunque sea por caminos muy diferentes. Personas que llegaron a mi vida de repente, con pensamientos muy distintos y reflexiones con influencias filosóficas, religiosas, literarias o hasta de líderes empresariales
comparten conmigo conversaciones e inquietudes que desembocan en un espacio común: la necesidad de encontrarse.
Llegó un momento en el que el mundo consumista fundado en nuestro ego empezó a derrumbarse y a evidenciar lo imprescindible de un cambio. De un redescubrimiento de la identidad.
Ese mítico e histórico ¿Quién soy? y sobre todo ¿Para qué estoy aquí? está llegando a ser el desasosiego de cada vez más personas.
Casi ninguna situación lleva esta apariencia tan evidente. No se trata de momentos donde se comparte desde lo explícito el hecho de vivir una crisis existencial de la que se está siendo consciente y se busca un camino.
Todo se reviste de aparentes preocupaciones triviales, que a diferencia de otras épocas, incorporan un matiz de trascendencia que casi casi no se nota pero que está. Los agobios dejan de ser tan materiales para rascar un poquito más en lo intangible y manifestarse en forma de comentario:
"Creo que estamos en un tiempo en el que hace falta reinventarse. Esta crisis requiere de un cambio radical. Hemos perdido los valores y algo nuevo tiene que pasar, porque así no vamos a ningún sitio".
Es cierto que no le ocurre a todo el mundo, pero si advierto la velocidad a la que
cada vez más deciden pararse y rascar para buscar respuestas, caminos y deconstruir para construir desde la mente consciente y crítica una realidad más amable a partir de una personalidad a estrenar. El principio quizás
se cambiar el punto de mira y dejar de buscar fuera lo que tal vez se encuentre dentro.
¿Y eso cómo se hace? Cada uno tendrá que encontrar su sendero... si lo supiera tendría la varita mágica. Pero la magia sólo existe en cada uno.
Reconocernos como
buscadores puede parecerse a un primer paso. Mi aportación:
un libro que con el mismo título nos invita a descubrirnos desde una nueva visión.
¡Feliz viaje!