domingo, 6 de noviembre de 2011

Lo raro es vivir

Buceo, con el aire contenido a pulmón abierto, sin aletas ni gafas que enfoquen mejor. Me sumerjo después de mucho tiempo en la tibieza del aire fresco que trae noviembre, el silencio interrumpido por los que pasean en los parques y el olor a tierra estrenada. Estiro mis brazos y acuno a Martín Gaite a quien comencé a amar cuando a mis diecinueve años me mostró nuevas maneras de mirar el mundo, otros matices interiores, infinidad de puertas por abrir. La tomo de la mano torpemente, mientras cojo aire para no ahogarme entre la sucesión de acontecimientos que está dispuesta a narrarme, a quemarropa, con la lucidez y claridad de quien escribe sin retórica, expuesta al mundo desde la más absoluta desnudez.

Cierro los ojos para abrirlos ampliamente y leer. Capitulo uno, El planeta de cristal. Por un instante me imagino  metalingüística, transformada en una palabra. La palabra que soy: Sandra. Como si repentinamente me hubiese convertido en esa sucesión de letras bailables y cambiantes con tantas formas por adoptar, y fuese yo quien está escrita en un libro como protagonista de la historia que protagonizo que no es más que la de mi propia vida, pero que pasa a dibujarse como vida de otro, del lector omnipresente, ajeno y extraño que ha comenzado a leerme. Se sienta en cualquier otro parque con su libro entre las manos y su mirada muy abierta y concentrada en mí. Me da por levantar la vista hacia arriba, como si acaso el lector imaginario estuviera colgado de un árbol y al levantar mi cabeza para buscarlo, casualmente lo encontrara acomodado en una rama con el brazo estirado para saludarme con serenidad.

Inclino de nuevo mi rostro hacia el libro dispuesta a dejarme seducir por Carmen y su planeta transparente que ha llegado sin aviso para traerle a su madre muerta y una conversación pendiente que termina por hacerla desmayar. Buceo entre sus hojas, sin prisa y con alguna pausa que me devuelve a las palabras que me han hecho estremecer. Tomo aire una vez más. El otoño ha pasado de largo y noviembre simula ser enero con ráfagas de viento helado que me invitan a volver a casa. Llego hasta el último párrafo del primer capitulo y guardo el libro en el bolsillo. Demasiado frío, demasiada vida y muerte entre las manos, las mismas que tomaron a Martín Gaite para sujetar su historia entre los dedos, esas que saludan a ninguna parte y se despiden del lector que también cierra su libro y deja a Sandra suspendida en su trayecto de vuelta hacia nadie sabe todavía qué lugar.

3 comentarios:

Arcsrules dijo...

muy bueno tu blog, felicitaciones...si gustas pasate por los mios.

erato dijo...

Es delicioso volver a perderse en tus letras.Bienvenida de nuevo.Es la segunda vez que comento y no me deja.Será este noviembre caprichoso?Besos

Unknown dijo...

Gracias amigos por pasar, leer y comentar :)

Un beso!

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