Todos hemos disimulado. Girado un poco la cabeza, sin que apenas se note, por la curiosidad, para volver rápidamente a la pantalla e incluso ponernos los cascos ante algún entretenido video de youtube. Ni movernos. El locutorio de la calle Toledo ha exprimido la obviedad hasta reventarla y hacerla desaparecer cuando en el minuto doce de las tres de la tarde
un hombre ha roto a llorar en una de las cabinas contiguas a los ordenadores. Las lágrimas han sido sonoras como el desgarro de su dolor que le ha asaltado en mitad de su llamada para darle la vuelta a su corazón y convertirlo en agua.
Pero ha dado igual. El ambiente se ha vuelto gelatina y las nubes de algodón, porque nos
hemos vuelto niños en la sala y no hemos sabido donde mirar.
Tenemos
un bebé dentro, escondido, maltratado, devorado por la sociedad. Pero
se revela, estalla y nos mancha las manos ante la imperturbabilidad del
adulto. Del mundo mayor de pegamento.
3 comentarios:
Cuando un niño llora nos conmueve y algo se rompe por dentro.Tal vez sea una regresión en el tiempo, aquél que nos hizo estallar en en llanto cuando éramos aún pequeños seres a medio hacer. Cuando un adulto llora, por desgracia salen los muros y las máscaras que nos hemos ido fabricando o asumiendo con el tiempo. Y eso es tan triste o más, mucho más diría yo, que el llanto de un niño.Volvemos la cara ya a tantas cosas...Besos.
Me pareció genial tu escrito. Está lleno de buenas imágenes. Te felicito.
Erato, nada más que añadir, tus comentarios son siempre un regalo para este blog :)
Abrazo
Salvador, me alegro de que mis palabras dibujen paisajes en tu cabeza.
Un saludo :)
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