martes, 25 de octubre de 2011

Más allá de aquí

No creo en Dios, pero creo que creo en algo aunque no sé muy bien cómo es: ni su forma, ni tamaño, ni siquiera funciones. Imagino que en realidad es un recurso del cerebro, que se aferra a algo ante las adversidades, la incertidumbre y el desasosiego.

Puestos a elegir, creería en las hadas pero nos han dejado tan claro que no existen que me resulta francamente difícil dirigirme a ellas como salvavidas mirando al techo con las manos cruzadas. Será por refugios... los terrenales, los místicos, los que cuentan con ambas cosas: drogas, sectas, energías y esoterismos... Será por oferta de creencias.

Pues hasta en esto me hago un lío y tanta variedad sólo me aporta más confusión.

A lo mejor el truco está en empezar por creer en uno mismo, que me parece a mi que va a ser de las religiones más complicadas.

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