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Vivir en la nada es estar en el centro de una esfera de cristal que sólo guarda una partícula de oxígeno y respirarla una y otra vez con la magia de la eternidad que la vuelve única y completa. Dios debe parecerse a eso, a la sensación del viento. Ligero, sonoro, largo y vacío. Un remolino en el pelo cargado de templanza y paz. Inexistir en esta existencia.
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