La enfermedad me traspasa sin prácticamente un ápice de dolor. No la mía. Afortunadamente no sufro más que de una imperceptible anemia que casi hace cosquillas y unos pies congelados a diario fruto de la mala circulación que genéticamente he heredado. Algunas dioptrías me nublan la vista, pero nada más escandaloso que no consiga también este mundo en el que vivimos. Me refiero a la enfermedad
global. Tanto aquella del sustantivo común comúnmente utilizado como la que te toca
más de cerca porque la padece un familiar, un amigo, alguien a quien te une algún tipo de vinculo seguramente próximo al amor. Esa enfermedad tan general y concreta atraviesa mis órganos y mi cerebro como si de agua por un colador se tratase sin provocar más consecuencias que la nada.
Hoy es el
Día del Cáncer Infantil y me he topado con infinidad de mensajes solidarios, vídeos de sensibilización, experiencias en primera persona, imágenes de niños pelones y guapos. Una marea de cariño hacia realidades ligadas a la angustia, el dolor, la incertidumbre y la muerte a las que llego desde la ternura que me produce la empatía pero también desde un
organismo y corazón anestesiado. Supongo que la muerte de mi padre en mi adolescencia (aunque las causas no fueran oncológicas) creó en mi interior una especie de tejido protector ante experiencias similares. Mi anemia me recluye a la pasividad del agotamiento, mi ojos miopes vuelven invisible la realidad que se define borrosa y diluida; y mi sangre se estancan en las venas entorpeciendo mi circulación e inmovilizándome. Mi sitúo delante de las enfermedades como si me hablaran en otro idioma o escuchara psicofonías. Y desde el raciocinio, no comprendo.
Mi amigo
Juan tiene cáncer, parientes cercanos de gente a la que quiero murieron recientemente por lo mismo y su sufrimiento llega hasta mí para colarse dentro y salir de forma inmediata.
La enfermedad me agujereó en el pasado y ahora no sé relacionarme con ella. ¿Secuelas? ¿Miedo?
A pesar de esta especie de patología que parezco sufrir yo también, no quería pasar por alto un Día como éste, en el que miles de
familias y niños pelean a diario contra la leucemia, buscan donantes de médula en las listas y esperanza en algún tipo de fe. No quería dejar de mirar esos
rostros limpios y transparentes que con ojos abiertos como ventanas observan el mundo curiosos e impacientes por descubrir cada secreto que para ellos se esconde.
Esas miradas puedo percibirlas, a pesar de la miopía y lo demás, sentir a través de ellas sus ganas y la energía intermitente de su expresión.
La muerte no soy capaz de verla , pero la vida consigue rendirme a sus pies.
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Fuente: http://www.pelonespeleones.com |