lunes, 7 de mayo de 2012

Vivir para morir


Esta foto es de ayer. Ayer domingo, cuando por Madrid por fin asomaba el buen tiempo y muchos nos lanzábamos a la calle a disfrutar de un paseo, una cerveza al sol, o la compra de algún caprichito en el rastro. En este lado del mundo donde el Mediterráneo es un gran mar templado y las orillas un borde desde el que mirar el horizonte e imaginar el fin de la crisis, es sencillo olvidar quién vivirá al otro lado, si es que vive alguien. Urgente e imprescindible olvidarnos.

La imagen es de ayer, porque fue ayer cuando el fotoperiodista Gervasio Sánchez se cruzó en mi tiempo de ocio y me ofreció el panorama devastador de la guerra y la abominables hazañas del hombre. Las activas y las pasivas. Estas niñas agonizan en un orfanato, infectadas de cólera, y poco tiempo después del relámpago de luz del flash que las inmortalizó, exhalarían su último aliento. No lo supongo yo, lo cuenta su autor en los textos que acompañan la exposición dónde esta foto se exhibía junto a otras de tremenda realidad.

Cuando viajé a los campamentos de refugiados saharauis con el fin de recoger la experiencia humanitaria de los sanitarios del hospital en el que trabajaba, la sacudida interna que sufrí me posicionó inevitablemente en el mundo de un modo diferente. Supe que si había elegido contar historias, contaría aquello que se cuenta en voz baja o que es mejor no mencionar. No podía creer que aquella gente viviera en el desierto en tales condiciones y que al mundo no le importara. No sólo al mundo, ni siquiera a los españoles cuyo pasado los unía a los saharauis como parte de su historia. ¿Pero eso dónde está? me preguntaba algunos al volver. Y yo caía en la tentación de explicar no dónde estaban ellos, sino nosotros. Porque España, Europa y los países ubicados en el primer mundo, somos la excepción. La burbuja que flota sobre el resto de los continentes con una prepotencia asumida e insoportable. Nosotros estamos aquí y somos los raros. Los normales son ellos. Los que se mueren de hambre, son víctimas de conflictos y guerras de interés económico, por cierto, provocada por nosotros. Ellos están ahí, mira, en el resto de todo el mundo: en África, Latinoamérica, los Balcanes... Son mayoría.

Estas niñas murieron de cólera. Otras tantas fueron violadas, maltratadas, vendidas. Y pasó ayer, como os digo, pero también pasa ahora. En este minuto de lectura tuyo y de contacto con el teclado mío. Si nos paramos a lo mejor se escucha el lamento, el desgarro, la tortura y la desesperación.

¿Un artículo para sentirnos culpables? Aunque suene indecoroso, tal vez sí, porque ¿somos o no culpables?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy triste pero cierto. Besos

Unknown dijo...

Así es... gracias por comentar :)

Mr. Fahrenheit dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mr. Fahrenheit dijo...

Todo cambia en función de donde naces. Perder derechos en materia de educación o sanidad se nos hace muy complicado, y sin embargo en muchos países de África, o en la mayoría, simplemente tener asistencia médica es lujo. Éste nuestro mundo desigual y mal repartido.

Unknown dijo...

Hola Mr Fahrenheit: sin duda nacer ya es un lujo según dónde te toque. El mundo no es desigual, lo hacemos desigual nosotros.

Un abrazo y gracias por pasar!

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